La doncella del arroyo



Fuera de la ciudad, bajo un bello cielo azul, el soberano inca y su delegación se desplazaron por senderos de tierra entre las montañas, grandes quebradas marrones y zonas de vegetación abundante, rumbo al pueblo de Coya; el reino Inca tenía que demostrar que era fuerte ante sus vecinos.
Luego de varias horas de caminata, hicieron una parada en una gran zona de vegetación llena de flores, arbustos y árboles, con brotes de muchos colores, recorrido por arroyos de agua pura, donde el Inca observó el paisaje antes de arribar al pueblo; el estrés de la carga del reino le pesaba y un poco de naturaleza, no le vendría nada mal; sentado en su asiento sobre sus andas de oro con determinación levantó los brazos y observó el cielo azul.
—Voy a apreciar un poco de la madre tierra y a adorar su color verde. Hoy el padre Sol la ilumina con mucha fuerza. Bajen las andas.
—Excelencia, no estamos lejos del pueblo, ahí podremos descansar.
—No se altere, capitán, será un momento corto; mientras tanto, disfrute también usted del paisaje.
—Soldados, acompañen a su excelencia.
—Capitán, primero voy a orinar, luego regreso. Le entrego el cetro de oro. No me sigan.
Inca Roca caminó sin su escolta y entró en la vegetación frondosa; al terminar de hacer sus necesidades, buscó un arroyo entre árboles y arbustos, después de unos minutos llegó a uno; se sacó su capa, se quitó su Mascaypacha (corona), sus orejeras de oro y demás joyas, lavándose las manos y cara; en ese momento de aseo escuchó en medio del cantar de los pájaros, una bella melodía acompañada de un tambor.
—¿Qué es eso? Suena suave.
El soberano se puso de pie, se desplazó al lado del arroyo y encandilado siguió el sonido que despertó su curiosidad; al minuto llegó a un remanso de agua cristalina junto a una pequeña caída de agua, donde vio a una bella joven blanca de cabellera larga y negra, sentada sobre una piedra remojando sus pies, mientras tocaba su tambor con la mano y cantaba; era un bello concierto rodeado de naturaleza, el Inca se paró cercano a ella mientras la escuchaba y apreciaba su belleza. Ella sintió que alguien la observaba, dejó de tocar su tambor y volteó asustada.
—¿Quién eres?  No te había visto por aquí.
—Disculpa, no fue mi intención asustarte, el sonido del tambor es bello y la melodía de tu canto me atrapó. Sólo paseaba por aquí y quise saber de dónde venía ese sonido. Pero continúa con tu bella música, yo me sentaré aquí y te escucharé tocar.
El soberano inca trató de no espantar a la joven, cautivado y admirado se sentó a unos metros de ella viéndola a los ojos, la joven sostenía su preciado tambor como un tesoro, protegiéndolo del hombre recién llegado; después vio que quería escucharla, así que se volvió a sentar.
—¿De dónde vienes? ¿Acaso en tu pueblo no tocan así?
—Como tú lo haces, no he escuchado, ¿siempre vienes sola a tocar?
—Cada vez que puedo, salgo del pueblo y vengo aquí, me gusta estar rodeada de las flores y los pájaros. Algunas veces vengo con mis amigas, pero hoy no han querido acompañarme; otras veces lo hago con mis hermanos, pero están con mi padre; parece que alguien importante llega al pueblo. Esas reuniones no me gustan.
—Eres una joven bella —halagó el Inca sonriente, guardando distancia—. Me quedaría viéndote tocar el tambor todo el día y te escucharía cantar sin descanso; luego te construiría un gran jardín lleno de plantas y aves de colores para que acompañen tu canto.
—Me encantan las aves; si me construyes un jardín y lo llenas de aves tocaré para ti.
La hermosa y risueña joven de dieciocho años de edad a quien le encantaba el campo, comenzó a disfrutar la compañía de su nuevo amigo sin saber que era el Inca, los agujeros eran pequeños en los lóbulos de sus orejas y no lo delataron, ella veía a un hombre guapo de pelo corto, sin ninguna joya; luego empezó a tocar el tambor y a cantar una bella melodía.
El sol brillaba y daba vida a las plantas que los rodeaban, el sonido del agua transparente que corría por el arroyo era suave, las aves calmadas se posaban en los árboles mientras eran testigos del encanto mágico de la música.

“Ojos bonitos no llores, no sufras ni te enamores,

ojos bonitos no llores, no sufras ni te enamores”.


(Novela El Primer Hanan del reino)

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