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Mostrando las entradas de 2017

LA PESADILLA - Segunda Parte

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Ambos iniciaron la corta carrera tomados de la mano, al llegar al borde del arroyo brincaron y despegaron, la orilla opuesta llena de hojas secas se veía cerca, pero el vuelo se hacía lento e interminable, de inmediato esa meta se alejaba haciendo injustificado el poco esfuerzo realizado, con desazón la pareja cayó sobre el agua hundiéndose. Bajo el agua el príncipe se vio solo, su esposa no estaba cerca, las hojas sobre el agua dejaban pasar la ten ue luz del cielo nublado, pero ella no aparecía; con desesperación miraba a su alrededor, pero no la hallaba; sin perder tiempo salió a flote, respiró profundo y dejó que el agua discurriera por su corta cabellera. —¡Mi amor! ¿Dónde estás? Nadó hacia la orilla sin, todavía, poderla hallar, se cogió del borde del arroyo, levantó la cabeza y con sorpresa la observó apartada en medio de la pradera, seca, con su hermosa cabellera negra extendida por el viento, como si no hubiera caído al agua. —Mi amor, ahí voy. La tragedia no terminaba, c

LA PESADILLA – Primera parte

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La noche estrellada y sin luna mostraba un espectáculo de quietud, en el campo alejado de la metrópoli sólo el sonido que hacían los insectos la acompañaba, pero permitía el descanso de las familias que habitaban esos sitios. Por las calles de la urbe cusqueña con casas de adobe y techos de paja, las antorchas iluminaban el paso de los soldados con sus escudos y lanzas para asegurar la tranquilidad y permitir el sosiego de sus habitantes; la ciudad capital de los incas descansaba luego de un arduo día de trabajo; nobles y vasallos recuperaban energía para continuar sus vidas, el relajador sueño era disfrutado por todos y el deseo de que esa tranquilidad se vuelva realidad los afectaba por igual. En el palacio del soberano Inca, el príncipe heredero descansaba en su habitación junto a su esposa sobre una cómoda cama formada con mantas de lana de vicuña y alpaca; en la imagen que se formaba en su sueño, el noble corría de la mano de su querida esposa por el campo verde con sus sandali

LA SANCIÓN - Segunda Parte

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Su respiración aumentaba, la tensión a su cuerpo llegaba, sus ojos se abrían para observar a su capitán y su reacción, pero este no se movió ni habló en su defensa; ahora su desdicha aumentaba, esto sólo podía significar algo malo para su actual carrera militar. El asunto había pasado a niveles más altos, en consecuencia el castigo sería mayor. Al ver que el oficial bajó la cabeza, el capitán intervino. —Teniente. Todo se convirtió en oscuridad a su alrededor con ojos que lo observaban detenidamente, pensando en que defraudaba a su familia; el apoyo de su oficial no fue el esperado; nada de esto pasaría si no le hubieran dado una misión difícil, pero su alegato cayó en saco roto. De inmediato una voz lo regresó al salón. —¡Teniente Hualpa, mirada al frente! —Insistió el capitán con vehemencia. —Sí, señor —respondió sin ánimo levantando la mirada. —Una vez analizado los informes de sus superiores sobre su desempeño en el campo de batalla y concluyendo que en su estado

LA SANCIÓN - Primera parte

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El teniente vestido de roja, capa verde, orejeras de oro, arma al hombro y casco bajo el brazo, ingresó al cuartel general dirigiéndose al salón de guerra, donde su capitán lo había citado; él sabía la razón de la citación, la última acción en campaña contra los enemigos del reino no le favorecía, su desenvolvimiento en batalla no estaba a la par de sus colegas; esto lo llevaba a concluir que recibiera una severa amonestación por su conducta. Al llegar a la puerta del salón, se presentó ante los dos soldados de larga cabellera que sostenían lanzas y escudos, parados en la puerta. —Soy el teniente Hualpa, el capitán me citó. —Un momento, teniente. Uno de los soldados ingresó para anunciar su llegada; segundos después lo hicieron ingresar. —Teniente Hualpa, señor. El teniente se paró delante de los superiores e hizo reverencia inclinando levemente el torso. Dentro del recinto un general con capa roja y su capitán con capa negra se encontraban sentados en bancos de madera, el secretar

EL ENCUENTRO - Segunda Parte

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—Idiota, te vengo a recoger porque seguro te quedaste dormi… Una delicada mano aparecía para sostener la puerta, luego una bella señorita de quince años de edad, con una trenza larga hecha con sus cabellos negros y brillantes, vestida de amarillo, con joyas en las muñecas y bolsa de tela que colgaba del hombro se paró en la entrada. —¿Vienes a ver a mi hermano? Ahora parecía que el idiota era otro. La bella joven estaba lista para ir a trabajar a los establos de llamas, al oeste de la ciudad, con delicadeza cerraba la puerta y miraba al militar; Túpac se quedó sin habla, como si estuviera en trance; ella sonreía y él sólo la miraba, embobado, procesando la información recibida sobre el parentesco familiar. —¿Tu hermano? —Apu es mi hermano, no tarda en salir, está conversando con mi padre, ¿eres militar? —Preguntó la joven mientras daba unos pasos hacia la calle. —Sí. ¿Cómo te llamas? —Sami. Me voy a trabajar, espero volverte a ver. Adiós. —Eso espero. Ella se alejó entre l

DESTINO FATAL Primera parte

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La noche era larga y calmada, el tiempo transcurría lento por el silencio del ambiente, el cual no era tranquilizador, señal de triunfo ni final del conflicto. El sacerdote mayor de los incas se acercó a uno de los ingresos secretos del complejo del templo oculto con ramas, ingresó con sigilo, caminó por un pasaje corto, llegó a uno de los pequeños salones contiguos al templo en medio de la oscuridad y se aproximó al salón principal llegando a la pequeña puerta auxiliar de madera, ubicada en el extremo opuesto a la gran entrada principal, que él y sus colaboradores habían trabado con tablas, estatuas de piedra y adornos de oro y plata; desde ahí, entre las rendijas, en la penumbra, el sacerdote mayor observaba a su socio caminando cerca, sin patrón aparente, sin rumbo como sus pensamientos; de inmediato trató de llamarlo sin levantar la voz. —Amigo, amigo, ven, acércate. Ven. El hombre alejado de sus compañeros, escuchó un murmullo, sin ánimo se acercó a la puerta

Encuentro Picante segunda parte

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—Esta comida es altamente reconstituyente, el cansancio no se va a sentir y terminará la faena sin problemas. —Gracias. Con una ligera reverencia, ella se retiró, se dirigió a la cocina y regresó con una jarra de refresco que colocó sobre el asiento junto a un vaso, cada movimiento era seguido por el joven noble, quien veía sus suaves movimientos como en una danza en la que quería participar para llevarla de la mano; esa danzante, de inmediato volvió a hacer el recorrido y trajo un recipiente lleno de ajíes que comenzó a repartir con un cucharon, colocándolos en los platos de los comensales; al llegar a su sitio, le preguntó. —¿Le sirvo ají? Hatun Percay veía que todos comían ají con su comida, en medio del grupo no sabía cómo destacar para deslumbrarla, pero tampoco quería ser menos, así que viendo la olla quiso impresionar a la bella joven. —Me encanta, dame el más picante. —El más picante, le puede quemar la lengua —recalcó ella en duda por el pedido. —Si no quem

Encuentro Picante (Primera parte)

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Relato ambientado en época Inca. Antes del mediodía el joven Hatun Percay, hermano menor de Inca Roca, se acercaba al futuro palacio de su hermano, siempre lo hacía de tarde, pero en esta ocasión vino de mañana; luego de recorrer el exterior, se detuvo en la puerta del recinto en construcción mientras era saludado por tres guardias presentes en la entrada. —Buenos días, príncipe. —Buenos días, veo que las obras están casi terminadas. ¿Dónde está el ingeniero constructor? —Señor, el ingeniero constructor, no se encuentra, salió a ver la construcción de la escuela. Hatun Percay entró y miró el recinto, la construcción de piedra con variados ambientes, dignos de un rey, impresionaba por la gran calidad en sus detalles, aunque todavía faltaba la decoración interna y los enseres. Luego de pasear por sus diferentes salones, donde los obreros laboraban, llegó la hora de comer; a los obreros les traían su comida de sus hogares, a los capataces se les cocinaba y comían bajo un tol

La doncella del arroyo

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Fuera de la ciudad, bajo un bello cielo azul, el soberano inca y su delegación se desplazaron por senderos de tierra entre las montañas, grandes quebradas marrones y zonas de vegetación abundante, rumbo al pueblo de Coya; el reino Inca tenía que demostrar que era fuerte ante sus vecinos. Luego de varias horas de caminata, hicieron una parada en una gran zona de vegetación llena de flores, arbustos y árboles, con brotes de muchos colores, recorrido por arroyos de agua pura, donde el Inca observó el paisaje antes de arribar al pueblo; el estrés de la carga del reino le pesaba y un poco de naturaleza, no le vendría nada mal; sentado en su asiento sobre sus andas de oro con determinación levantó los brazos y observó el cielo azul. —Voy a apreciar un poco de la madre tierra y a adorar su color verde. Hoy el padre Sol la ilumina con mucha fuerza. Bajen las andas. —Excelencia, no estamos lejos del pueblo, ahí podremos descansar. —No se altere, capitán, será un momento corto; mi

Los Andes de los Incas

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ANDES Existen varias teorías concernientes a la etimología del nombre Andes. La primera teoría refiere que la voz “Andes” sería el término quechua Anti. Algunos suponen que derivaría de otra palabra quechua, Antisuyo, uno de los cuatro suyos o regiones del Imperio Inca. La palabra Andes no deriva de la palabra Alpes. Según el diccionario de la Academia Mayor de la Lengua Quechua, Anti se refiere a la región selvática del área andina, o región de la salida del Sol. Correspondía al Antisuyu. También refiere a anti como una degeneración de la palabra anta. Otra teoría refiere que el nombre se habría originado en la voz aimara anta, “color de cobre”, anta en quechua se refiere al “cobre”. El nombre fue usado por primera vez por el Inca Garcilaso De La Vega en los Comentarios Reales del Inca y se refería a aquella zona de los Andes que está cerca de Cuzco, donde hay vetas y depósitos de los elementos metálicos que tienen un color cobrizo. La cordillera de los Andes es l

Los soberanos Incas fuera de la lista oficial de Incas

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Los soberanos Incas fuera de la lista oficial de Incas La sucesión de los gobernantes incas no está exenta de traiciones y golpes de estado, provocando el corte del traspaso del reino de padre a hijo. Los incas tenían por costumbre borrar de sus registros los malos gobernantes y sucesos nefastos en su historia. Algunos Incas no son considerados en la lista oficial de gobernantes por haber ejercido el cargo por un corto periodo de tiempo o no administrar adecuadamente el reino; no se tiene grandes datos de estos incas en las crónicas. A la llegada de los españoles, ninguno de estos supuestos soberanos incas tenía su Panaca (organización familiar) en el Cusco. -INCA QUISPE YUPANQUI Este soberano Inca sólo es mencionado en la crónica de Anello Oliva. Hijo del Inca Capac Yupanqui, fue nombrado Inca a la muerte de su padre; Anello Oliva en su obra Historias del Reino y provincias del Perú, Libro Primero, menciona que fue casado con Mama Runtu, además se enamoró de Challecha hij

LAS ANDAS DEL INCA

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                          LAS ANDAS DEL INCA Las andas eran usadas por los soberanos Incas durante sus viajes y para pasear con ceremonia a sus momias. Describen los cronistas que solían ser recubiertas con planchas de oro; sobre ellas iba sólo el Inca en su asiento de oro o en algunas ocasiones el Inca y la Coya (como lo retrata Guamán Poma de Ayala) en sus asientos dorados, protegidos por un dosel confeccionado con vistosas plumas de papagayo. -k'allapa, significa andas, litera, angarilla, parihuela. -Kallapi, significa camilla. Dispositivo para llevar heridos y enfermos. Quechua en Ayacucho, Perú; wantuna, kallapu. || Quechua en Bolivia; kallapu (madero para apuntalar). || Quechua en Ecuador; Amarillo. / Parihuela. / Argana. (Diccionario de la Academia Mayor de la lengua Quechua) Cieza de León nos narra; “Cuando en tiempo de paz salían los Ingas a visitar su reino; cuentan que iban por él con gran majestad, sentados en ricas andas armadas sobre unos palos lisos, l