EL ENCUENTRO - Segunda Parte




—Idiota, te vengo a recoger porque seguro te quedaste dormi…
Una delicada mano aparecía para sostener la puerta, luego una bella señorita de quince años de edad, con una trenza larga hecha con sus cabellos negros y brillantes, vestida de amarillo, con joyas en las muñecas y bolsa de tela que colgaba del hombro se paró en la entrada.
—¿Vienes a ver a mi hermano?
Ahora parecía que el idiota era otro.
La bella joven estaba lista para ir a trabajar a los establos de llamas, al oeste de la ciudad, con delicadeza cerraba la puerta y miraba al militar; Túpac se quedó sin habla, como si estuviera en trance; ella sonreía y él sólo la miraba, embobado, procesando la información recibida sobre el parentesco familiar.
—¿Tu hermano?
—Apu es mi hermano, no tarda en salir, está conversando con mi padre, ¿eres militar? —Preguntó la joven mientras daba unos pasos hacia la calle.
—Sí. ¿Cómo te llamas?
—Sami. Me voy a trabajar, espero volverte a ver. Adiós.
—Eso espero.
Ella se alejó entre las personas, a media calle miró a Túpac y sonrió, mientras la puerta de la casa se abría, salía Apu y encontraba a Túpac concentrado, observando a Sami, esto no resultó de su agrado, el rival parecía que marcaba su objetivo en alguien preciado. Sin previo aviso le dio una pequeña cachetada.
—¿Qué miras? ¡Oye ella es una niña!
—¡Qué te pasa! Sólo estoy viendo el bello panorama —respondió Túpac sonriendo.
—No me sonrías, ni le sonrías a ella —dijo Apu con seriedad mirando a su colega—. Te prohíbo que le hables.
—¡Uy qué miedo! —Respondió Túpac en tono sarcástico, también mirándolo—. Si la veo, debo ser respetuoso y saludarla, o ¿quieres que la mire cómo te veo a ti?
Apu pensó en la respuesta, su hermana era ajena a esta competencia entre los jóvenes militares; lo sucedido hoy sólo fue un encuentro casual que no volvería a pasar; lo mejor era no darle importancia al asunto.
—Ya debemos irnos
Los dos salieron rumbo a la casa del oficial superior, vestidos de rojo con capa verde; su rivalidad no estaba superada del todo, la competencia los ponía a pensar en cómo estar un paso adelante del colega, pero siempre tenían presente la advertencia del general, si uno abandonaba la vida militar, el otro también debía de hacerlo.

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