La leyenda de Manco Capac y Mama Ocllo
Garcilaso de la Vega en su obra Los Comentarios Reales primera parte, narra la leyenda de Manco Capac y Mama Ocllo.
Durante su niñez era testigo de como sus parientes maternos se reunían en casa de su madre (Isabel Chimpu Ocllo, hija de Huallpa Túpac Inca, nieta de Túpac
Inca Yupanqui y sobrina de Huayna Capac) cada semana en el Cusco; en esta visitas los parientes con nostalgia recordaban la grandeza del imperio Inca, sus gobernantes, hazañas y victorias; estas conversaciones se llevaban a cabo con tristeza y llanto. Luego de ser testigo de muchas visitas y escuchar muchas veces estás conversaciones sin prestar gran atención, a sus 16 años, con mayor interés, le preguntó a un tío suyo, un Inca viejo, cual era el origen de los gobernantes Incas.
Particularmente pienso en la emoción que tendría el ambiente en estas reuniones, era aproximadamente el año 1,555 y la memoria del Tahuantinsuyo estaba fresca para los concurrentes incas.
(Transcripción de los Capítulos XV y XVI de los Comentarios Reales, Primera parte)
Capítulo
XV: El origen de los Incas Reyes del Perú.
El
Inca, como holgándose de haber oído las preguntas, por el gusto que recibía de
dar cuenta de ellas, se volvió a mí (que ya otras muchas veces le había oído, más
ninguna con la atención que entonces) y me dijo:
—Sobrino,
yo te las diré de muy buena gana; a ti te conviene oírlas y guardarlas en el corazón
(es frase de ellos por decir en la memoria). Sabrás que en los siglos antiguos
toda esta región de tierra que ves eran unos grandes montes y breñales, y las
gentes en aquellos tiempos vivían como fieras y animales brutos, sin religión
ni policía, sin pueblo ni casa, sin cultivar ni sembrar la tierra, sin vestir
ni cubrir sus carnes, porque no sabían labrar algodón ni lana para hacer de
vestir; vivían de dos en dos y de tres en tres, como acertaban a juntarse en
las cuevas y resquicios de peñas y cavernas de la tierra.Comían,
como bestias, yerbas del campo y raíces de árboles y la fruta inculta que ellos
daban de suyo y carne humana. Cubrían sus carnes con hojas y cortezas de
árboles y pieles de animales; otros andaban en cueros. En suma, vivían como
venados y salvajinas, y aun en las mujeres se habían como los brutos, porque no
supieron tenerlas propias y conocidas.
Adviértase,
porque no enfade el repetir tantas veces estas palabras: "Nuestro Padre el
Sol", que era lenguaje de los Incas y manera de veneración y acatamiento
decirlas siempre que nombraban al Sol, porque se preciaban descender de él, y
al que no era Inca no le era lícito tomarlas en la boca, que fuera blasfemia y
lo apedrearan. Dijo el Inca:
—Nuestro
Padre el Sol, viendo los hombres tales como te he dicho, se apiadó y hubo
lástima de ellos y envió del cielo a la tierra un hijo y una hija de los suyos
para que los doctrinasen en el conocimiento de Nuestro Padre el Sol, para que
lo adorasen y tuviesen por su Dios y para que les diesen preceptos y leyes en
que viviesen como hombres en razón y urbanidad, para que habitasen en casas y
pueblos poblados, supiesen labrar las tierras, cultivar las plantas y mieses,
criar los ganados y gozar de ellos y de los frutos de la tierra como hombres
racionales y no como bestias. Con esta orden y mandato puso Nuestro Padre el
Sol estos dos hijos suyos en la laguna Titicaca, que está ochenta leguas de
aquí, y les dijo que fuesen por do quisiesen y, doquiera que parasen a comer o a
dormir, procurasen hincar en el suelo una barrilla de oro de media vara en largo
y dos dedos en grueso que les dio para señal y muestra, que, donde aquella barra
se les hundiese con solo un golpe que con ella diesen en tierra, allí quería el
Sol Nuestro Padre que parasen e hiciesen su asiento y corte. A lo último les dijo:
"Cuando hayáis reducido esas gentes a nuestro servicio, los mantendréis e razón y justicia, con piedad, clemencia y
mansedumbre, haciendo en todo oficio de padre piadoso para con sus hijos
tiernos y amados, a imitación y semejanza mía, que a todo el mundo hago bien,
que les doy mi luz y claridad para que vean y hagan sus haciendas y les
caliento cuando han frío y crío sus pastos y sementeras, hago fructificar sus
árboles y multiplico sus ganados, lluevo y sereno a sus tiempos y tengo cuidado
de dar una vuelta cada día al mundo por ver las necesidades que en la tierra se
ofrecen, para las proveer y socorrer como sustentador y bienhechor de las gentes.
Quiero que vosotros imitéis este ejemplo como hijos míos, enviados a la tierra
sólo para la doctrina y beneficio de esos hombres, que viven como bestias. Y
desde luego los constituyo y nombro por Reyes y señores de todas las gentes que
así doctrináredes con vuestras buenas razones, obras y gobierno". Habiendo
declarado su voluntad Nuestro Padre el Sol a sus dos hijos, los despidió de sí.
Ellos salieron de Titicaca y caminaron al septentrión, y por todo el camino,
doquiera que paraban, tentaban hincar la barra de oro y nunca se les hundió.
Así entraron en una venta o dormitorio pequeño, que está siete u ocho leguas al
mediodía de esta ciudad, que hoy llaman Pacárec Tampu, que quiere decir venta o
dormida que amanece. Púsole este nombre el Inca porque salió de aquella dormida
al tiempo que amanecía. Es uno de los pueblos que este príncipe mandó poblar
después, y sus moradores se jactan hoy grandemente del nombre, porque lo impuso
nuestro Inca. De allí llegaron él y su mujer, nuestra Reina, a este valle del
Cozco, que entonces todo él estaba hecho montaña brava.
Capítulo
XVI: La
fundacion del Cozco, ciudad imperial.
La
primera parada que en este valle hicieron —dijo el Inca— fue en el cerro
llamado Huanacauri, al mediodía de esta ciudad. Allí procuró hincar en tierra
la barra de oro, la cual con mucha facilidad se les hundió al primer golpe que
dieron con ella, que no la vieron más. Entonces dijo nuestro Inca a su hermana
y mujer:
—"En
este valle manda Nuestro Padre el Sol que paremos y hagamos nuestro asiento y
morada para cumplir su voluntad. Por tanto, Reina y hermana, conviene que cada
uno por su parte Vamos a convocar y atraer esta gente, para los doctrinar y
hacer el bien que Nuestro Padre el Sol nos manda". "Del cerro
Huanacauri salieron nuestros primeros Reyes, cada uno por su parte, a convocar
las gentes, y por ser aquel lugar el primero de que tenemos noticia que
hubiesen hollado con sus pies por haber salido de allí a bien hacer a los
hombres, teníamos hecho en él, como es notorio, un templo para adorar a Nuestro
Padre el Sol, en memoria de esta merced y beneficio que hizo al mundo. El
príncipe fue al septentrión y la princesa al mediodía. A todos los hombres y mujeres
que hallaban por aquellos breñales les hablaban y decían cómo su padre el Sol
los había enviado del cielo para que fuesen maestros y bienhechores de los
moradores de toda aquella tierra, sacándoles de la vida ferina que tenían y mostrándoles
a vivir como hombres, y que en cumplimiento de lo que el Sol, su padre, les
había mandado, iban a los convocar y sacar de aquellos montes y malezas y
reducirlos a morar en pueblos poblados y a darles para comer manjares de
hombres y no de bestias. Estas cosas y otras semejantes dijeron nuestros Reyes
a los primeros salvajes que por estas tierras y montes hallaron, los cuales,
viendo aquellas dos personas vestidas y adornadas con los ornamentos que
Nuestro Padre el Sol les había dado (hábito muy diferente del que ellos traían)
y las orejas horadadas y tan abiertas como sus descendientes las traemos, y que
en sus palabras y rostro mostraban ser hijos del Sol y que venían a los hombres
para darles pueblos en que viviesen y mantenimientos que comiesen, maravillados
por una parte de lo que veían y por otra aficionados de las promesas que les
hacían, les dieron entero crédito a todo lo que les dijeron y los adoraron y
reverenciaron como a hijos del Sol y obedecieron como a Reyes. Y convocándose
los mismos salvajes, unos a otros y refiriendo las maravillas que habían visto
y oído, se juntaron en gran número hombres y mujeres y salieron con nuestros
Reyes para los seguir donde ellos quisiesen llevarlos "Nuestros príncipes,
viendo la mucha gente que se les allegaba, dieron orden que unos se ocupasen en
proveer de su comida campestre para todos, porque la hambre no los volviese a
derramar por los montes; mandó que otros trabajasen en hacer chozas y casas,
dando el Inca la traza cómo las habían de hacer. De esta manera se principió a
poblar esta nuestra imperial ciudad, dividida en dos medios que llamaron Hanan
Cozco, que, como sabes, quiere decir Cozco el alto, y Hurin Cozco, que es Cozco
el bajo. Los que atrajo el Rey quiso que poblasen a Hanan Cozco, y por esto le
llaman el alto, y los que convocó la Reina que poblasen a Hurin Cozco, y por
eso le llamaron el bajo. Esta división de ciudad no fue para que los de la una
mitad se aventajasen de la otra mitad en exenciones y preeminencias, sino que
todos fuesen iguales como hermanos, hijos de un padre y de una madre. Sólo
quiso el Inca que hubiese esta división de pueblo y diferencia de nombres alto
y bajo para que quedase perpetua memoria de que a los unos había convocado el
Rey y a los otros la Reina. Y mandó que entre ellos hubiese sola una diferencia
y reconocimiento de superioridad: que los del Cozco alto fuesen respetados y
tenidos como primogénitos, hermanos mayores, y los del bajo fuesen como hijos
segundos; y en suma, fuesen como el brazo derecho y el izquierdo en cualquiera preeminencia
de lugar y oficio, por haber sido los del alto atraídos por el varón y los del
bajo por la hembra. A semejanza de esto hubo después esta misma división en
todos los pueblos grandes o chicos de nuestro Imperio, que los dividieron por
barrios o por linajes, diciendo Hanan ayllu y Hurin ayllu, que es el linaje
alto y el bajo; Hanan suyu y Hurin suyu, que es el distrito alto y bajo.
"Juntamente,
poblando la ciudad, enseñaba nuestro Inca a los indios varones los oficios pertenecientes
a varón, como romper y cultivar la tierra y sembrar las mieses, semillas y
legumbres que les mostró que eran de comer y provechosas, para lo cual les
enseñó a hacer arados y los demás instrumentos necesarios y les dio orden y
manera como sacasen acequias de los arroyos que corren por este valle del
Cozco, hasta enseñarles a hacer el calzado que traemos. Por otra parte la Reina
industriaba a las indias en los oficios mujeriles, a hilar y tejer algodón y
lana y hacer de vestir para sí y para sus maridos e hijos: decíales cómo habían
de hacer los demás oficios del servicio de casa. En suma, ninguna cosa de las
que pertenecen a la vida humana dejaron nuestros príncipes de enseñar a sus
primeros vasallos, haciéndose el Inca Rey maestro de los varones y la Coya
Reina maestra de las mujeres".
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